La Ley de la Fe

Lucas 8:45 'Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?'

Las multitudes se amontonaban ante Jesús, es decir, se apretaban y se empujaban por todos lados, por lo que parece extraño que Él preguntara: "¿Quién me ha tocado?". Mucha gente estaba tocando físicamente a Jesús, pero esta mujer tocó Su poder por medio de la fe. Seguramente había personas en la multitud que necesitaban sanidad, pero esta mujer fue la única que mencionan que la recibió. La diferencia entre ella y toda la multitud fue su fe.

Si recibir la sanidad solo dependiera de la voluntad de Jesús, entonces todos los enfermos de la multitud se habrían sanado. Este caso ilustra que no es la oración la que salva a los enfermos, sino la fe (Stg 5,15).

La sanidad se rige por una ley, no por "la decisión variable" de Dios, que “cambia” dependiendo sus emociones hacia nosotros o por nuestro desempeño como cristianos. Esta mujer recibió su sanidad por la ley de la fe antes de que Jesús supiera algo de ella. Los ruegos y clamores apasionadas y fervientes a Dios no provocarán ningún milagro. Aunque Jesús se conmueve por nuestros sentimientos, si queremos ver un milagro necesitamos fe. No es porque no conozca nuestras necesidades o no escuche nuestros gritos y gemidos, sino porque muy pocos saben cómo funciona la ley de la fe.

Una de las principales diferencias entre una fe de Dios y una fe natural, humana que todo el mundo tiene, es que la fe humana cree solo en lo que puede ver, degustar, oír, oler o sentir. La fe de Dios cree en cosas que no se pueden ver. Debes creer que recibes tu respuesta cuando oras, no cuando ves aquello que has deseado.

En pocas palabras, la fe es nuestra respuesta a la capacidad de Dios, completada por nuestras acciones. Confía plenamente en Él y a partir de esa confianza, tus acciones te seguirán y verás el milagro que necesitas.

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